viernes, 11 de noviembre de 2016

La "ceguera" de Saramago, al Diván

Probablemente, sólo en un mundo de ciegos
serán las cosas lo que realmente son.


El jueves 10 de noviembre nuestro "Diván de las Palabras" volvió a reunirse para cambiar impresiones sobre El ensayo sobre la ceguera, del Nobel portugués José Saramago, libro de lectura ágil (pocas tertulianas comentaron que la lectura se les había hecho pesada en algún momento), pero sin duda rica y profunda como pocas, en matices e interpretaciones.



Innegable la lectura como "experimento" de colocar a los personajes en una situación extrema (una epidemia de terrible ceguera contagiosa) y comprobar como la indefensión lleva en un primer momento al miedo, el afán de supervivencia, el egoísmo, la crueldad. Todas nos sentimos vivamente impresionadas por lo tremendo de todo lo que se cuenta en el libro, y a todas se nos hizo en algún momento angustioso el acompañar a esos personajes sin nombre ni vista (pero que quizás por ello pueden ser lo que son, y conocerse tal como son... imposible no recordar aquella frase de El Principito: "sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos) por el recorrido de horrores que atraviesan hasta llegar a un final esperanzado pero que no convenció a muchas de nuestras contertulianas: alguna llegó a apuntar que en realidad no importa, alguna que Saramago no sabía bien cómo solucionarlo, alguna vio en él eso, que la única esperanza de salvarnos es precisamente mantener la esperanza.

En general, nos gustó mucho la doble visión que se da en la obra de la mujer: por una parte, víctima de abusos reservados exclusivamente para ellas por su propia condición y por el afán masculino de utilizar el sexo como forma de dominio y poder; y por otra, ser la esperanza, la salvación, la "lider buena" que a pesar de tener en sus manos el arma más poderosa (mujer es la única que ve en ese mundo de ciegos) lo emplea únicamente para ayudar a los demás... y para sufrir, por ser la única testigo completa de los horrores en los que viven. La capacidad de ver, la lucidez es también sufrimiento, casi una carga, porque conlleva la responsabilidad y también la culpa.

Del mismo modo, también percibimos el doble sentido que tiene la ceguera en la obra: por una parte, una lacra, una enfermedad, una minusvalía que se generaliza y arrasa con nuestro mundo tal y como lo conocemos, llevando al ser humano a la lucha por la supervivencia, prueba de fuego que evidencia su animalidad (representada en el libro por la proliferación de todo lo escatológico: los excrementos, los vómitos, el sexo sin afectividad, el mal olor, el hambre, las necesidades físicas más básicas y poderosas). Por otra, la ceguera es también aquello que permite que los personajes sean como son, sean solo lo que son y no necesiten ni nombre, y se conozcan así, sin prejuicios físicos, sólo por lo que son, y sólo así es posible que surja esa preciosa historia de amor entre la chica de las gafas oscuras y el viejo de la venda.

También hablamos del poco valor que damos a lo más sencillo que tenemos (por ejemplo, la capacidad de ver), y lo poco conscientes que somos de lo que supondría perderlo, y alguna lo relacionó con aquel tópico clásico del "Carpe Diem".

Todas nos dimos cuenta del valor metafórico que tiene el libro, del mensaje que Saramago intenta transmitir con él, y que también se puede considerar doble: por una parte, como una reflexión sobre la condición humana, su componente animal innegable que aflora cuando una situación extrema hace que "lo espiritual" pase a un segundo plano, el egoísmo y la crueldad a que lleva la lucha por la superviviencia, la esperanza que está en la ayuda mutua, la unión, el grupo, la solidaridad. Y por otra, como parábola de nuestro mundo y nuestro tiempo: una sociedad materialista y hasta cierto punto desquiciada que se niega a asumir , a "ver", el horror que está tan cerca y que debería intentar remediar, cuando en realidad lo que hace es, como en un primer momento los que aún ven en el libro, intentar alejarlo, aislarlo, reprimirlo o incluso aprovecharlo. Y aquí hablamos de los países pobres frente a los países ricos, de las pateras, de los refugiados, de los horrores de todas las guerras, en los que el hombre se comporta en cierto modo como describe Saramago en ese mundo asolado por la ceguera.

Nos desconcertó bastante, también, la escena de la iglesia, en la que las figuras sacras tienen los ojos vendados, escena que precede, además, al final "feliz" de la obra. Por una parte, quizás Saramago intente decir que el admitir la ceguera de los dioses, que no van a venir a salvarnos, permita que el hombre asuma su propio papel, su propia responsabilidad y nazca así la verdadera esperanza de que lo religioso no nos distraiga de atender a lo humano. Y por otra, mostraba la reacción negativa y casi ridícula de los personajes más conservadores, que, todavía ciegos, se negaban a admitir lo que la mujer que veía les contaba.

Hablamos, además, del papel de la violencia, que aparece en algún momento casi justificada, como medio de acabar con la opresión, los abusos y la injusticia más atroz, y que ejercen los opresores armados pero también el personaje más bondadoso y esperanzador: la lúcida mujer del médico.

Y también comentamos el peculiar estilo de este libro indudablemente muy bien escrito, pero que apenas aparece dividido en párrafos, y en el que se hace un uso personal y libérrimo de los signos de putuación, sin marcar los diálogos ni señalar quiénes son los interlocutores, y sin emplear apenas puntos, pero eso sí, usando mayúsculas incluso después de la coma. Casi todas explicamos que en general, y curiosamente, esto no dificultaba la comprensión ni siquiera de pasajes completamente dialogados.

Por último, señalar otra discordancia curiosa en la lectura de esta obra: había quien habría querido más páginas, y había a quien le sobraba casi la mitad, lo que corrobora aquello de que no hay dos lectores que lean el mismo libro, sobre todo (añadiría yo) cuando el libro es bueno. Y este, aunque lleno de pasajes tremendos, desgarradores, angustiosos, que sería benévolo describir como desagradables, es sin duda un libro muy muy bueno. Un gran libro, que con grandes tertulianas como las nuestras solo podía dar lugar a una velada tan rica y agradable como la que disfrutamos ayer.

La entrada es larga, porque la tertulia fue muy rica, pero aún así, sé que me olvido de muchas cosas destacables, así que tenéis los comentarios para añadir, destacar, recordar, compartir o comentar todo lo que queráis (yo personalmente os lo agradecería muchísimo). Y también para traer aquellos pasajes del libro destacables, bien porque os gustaron especialmente, bien por cualquier otro motivo. Aquí dejo yo los míos, que como veis, son unos cuantos.

Y ya sabéis, nos vemos el 13 de diciembre para el encuentro con Carmen Posadas, el 20 de diciembre para comentar El camino de los ingleses de Antonio Soler... y antes, el 25 de noviembre... ¡para comer!

¡Un abrazo!


Si quieres ser ciego, lo serás.
Si pudieras ver tú lo que yo estoy obligada a ver,
querrías ser ciego.

El miedo ciega, dijo la chica de las gafas oscuras,
Son palabras ciertas, 
ya éramos ciegos en el momento en que perdimos la vista,
el miedo nos cegó, el miedo nos mantendrá ciegos.


El interior de los ojos de la gente es el único lugar del cuerpo 
donde tal vez exista un alma.

No hay en el mundo nada que, en sentido absoluto,
nos pertenezca,


De qué me sirve ver. Le servía para saber del horror 
más de lo que hubiera podido imaginar alguna vez, 
le servía para desear estar ciega, nada más que para eso.

Adónde vas, que es, probablemente, 
la pregunta que más hacen los hombres a sus mujeres,
 la otra es Dónde has estado.


Aunque ese instante de goce supremo pudiera duraros la vida entera,
 nunca los dos que sois podréis llegar a ser uno solo.


...el procedimiento criminal de los ciegos opresores, 
que prefieren dejar que se pudra la comida 
antes que darla a quienes de ella tan precisados están.

no es por el aspecto de la cara ni por la presteza del cuerpo 
por lo que se conoce la fuerza del corazón


era un diálogo profundo, 
si pueden darse juntos estos contrarios

Y cuándo es necesario matar, se preguntó a sí misma 
mientras se dirigía hacia el zaguán, y a sí misma se respondió, 
Cuando está muerto lo que aún está vivo.

Quien va a morir está ya muerto y no lo sabe.


Que hemos de morir es algo que sabemos desde que nacemos, 
Por eso, en cierto modo, es como si ya hubiéramos nacido muertos.

La ceguera también es esto, 
vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza


En la muerte la ceguera es igual para todos

no hay cosa mala que no traiga consigo una cosa buena, 
se habla menos de las cosas malas traídas por las cosas buenas.


Le dices a un ciego, Estás libre, le abres la puerta que lo separaba del mundo, Vete, estás libre, volvemos a decirle, y no se va, se queda allí parado en medio de la calle, él y los otros, están asustados, no saben adónde ir, y es que no hay comparación entre vivir en un laberinto racional como es, por definición, un manicomio, y aventurarse , sin mano de guía ni trailla de perro, en el laberinto enloquecido de la ciudad, donde de nada va a servir la memoria, pues sólo será capaz de mostrar la imagen de los lugares y no los caminos para llegar.



Cuando el cuerpo se nos desmanda de dolor y angustias 
es cuando se ve el animal que somos.

No sabéis, no podéis saber, lo que es tener ojos en un mundo de ciegos, 
no soy reina, soy simplemente la que ha nacido para ver el horror.


Si alguna vez vuelvo a tener ojos, 
miraré verdaderamente a los ojos de los demás,
como si estuviera viéndoles el alma.

Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, 
esa cosa es lo que somos.
...antes. Es lo que nos pasa a todos, 
siempre hemos sido más alguna vez.


Démonos la mano y vamos a la vida

Hay esperanzas que es locura alimentar. 
Pues os digo que si no fuera por ellas, 
yo habría desistido de la vida.


Ni ella me buscó después, ni yo la busqué más, 
Queriendo pueden encontrarse en la memoria, para eso sirve.


Todo cuanto comemos es robado de la boca de los otros, 
y, si les robamos demasiado acabamos causando su muerte, 
en el fondo, todos somos más o menos asesinos.


Lo que no quiero es que empieces a cargarte tú misma con culpas imaginarias
 cuando ya apenas puedes soportar la responsabilidad de sostener seis bocas concretas e inútiles. Sin tu boca inútil, cómo podría vivir.


Nunca se puede saber de antemano de qué son capaces las personas, 
hay que esperar, dar tiempo, el tiempo es el que manda, 
el tiempo es quien está jugando al otro lado de la mesa 
y tiene en su mano todas las cartas de la baraja, 
a nosotros nos corresponde inventar los encartes de la vida.


Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. 
Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.

4 comentarios:

  1. Poco que añadir a tu excelente crónica de la tertulia del libro "Ensayo sobre la ceguera". Una magnífica novela de ciencia ficción con un realismo aplastante, que analiza al ser humano y a la sociedad en que vivimos.
    Es tan insufrible seguir leyendo como dejar de hacerlo. No puedes dejar de leer porque te engancha desde la primera página y no puedes dejar de sufrir desde el principio por las verdades tan dolorosas que tan magistralmente relata José Saramago.
    Es un libro imprescindible para intentar entender la sociedad que somos.

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  2. LA CONSCIENCIA MORAL
    La consciencia moral, a la que tantos insensatos han ofendido y de la que muchos más han renegado, es cosa que existe y existió siempre, no han sido un invento de los filósofos del Cuaternario, cuando el alma apenas era un proyecto confuso. Con la marcha de los tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los intercambios genéticos, acabamos metiendo la consciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas, y, como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca. A esto, que es en general, se añade la circunstancia particular de que, en espíritus simples, el remordimiento causado por el mal cometido se confunde frecuentemente con miedos ancestrales de todo tipo, de lo que resulta que el castigo del prevaricador acaba siendo, sin palo ni piedra, dos veces el merecido."
    "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago.

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  3. "es agua de lluvia, preguntó el marido, No, de de la cisterna, Y no teníamos un garrafón de agua cuando nos fuimos, preguntó él de nuevo, la mujer exclamó, Sí, es verdad, cómo no se me ha ocurrido, un garrafón que estaba a medias y otro que ni lo habíamos empezado, qué alegría, no bebas, no bebas más, esto se lo decía al niño, vamos todos a beber agua pura. Se llevó esta vez el candil y fue a la cocina, volvió con la garrafa, la luz entraba por el plástico y hacía centellear la joya que tenía dentro. Colocó el recipiente en la mesa, fue a por vasos, los mejores que tenían, de cristal finísimo, luego lentamente, como si estuviese oficiando un rito, los llenó. Al fin, dijo, Bebamos. Las manos ciegas buscaron y encontraron los vasos, los alzaron temblando, Bebamos, repitió la mujer del médico. En el centro de la mesa el candil era como un sol rodeado de astros brillantes. Cuando posaron los vasos, la chica de las gafas oscuras y el viejo de la venda negra estaban llorando."
    "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago.

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    1. Pocos textos expresan tan bien el lujo de beber un vaso de agua.

      Vivimos rodeados de lujos que ignoramos...

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